¿Qué son los ODS? | Los Objetivos de Desarrollo Sostenible

Erradicar la pobreza extrema en todas sus formas para 2030. Aunque es un objetivo ambicioso, creemos que es posible. En el año 2000, el mundo se comprometió a reducir a la mitad el número de personas que viven en pobreza extrema y, para 2015, lo logramos. Sin embargo, más de 800 millones de personas en el mundo aún viven con menos de 1.25 dólares al día, que equivale casi a toda la población europea viviendo en pobreza extrema. Ahora es el momento para construir sobre lo que hemos aprendido y erradicar la pobreza en todas sus formas.

En los últimos 20 años, el hambre se ha reducido casi a la mitad. Muchos países que sufrían de hambruna y hambre están ahora en condiciones de satisfacer las necesidades nutricionales de las personas más vulnerables. Es un logro increíble. Ahora podemos ir más allá y acabar, de una vez por todas, con el hambre y la desnutrición. Ello significa llevar a cabo labores como promover la agricultura sostenible y brindar apoyo a pequeños agricultores. Es una aspiración ambiciosa. Sin embargo, tenemos que intentarlo por el bien de las casi una de cada nueve personas en el mundo que cada noche se van a dormir con hambre. Imaginemos un mundo en el que todas las personas tengan acceso a alimentos suficientes y nutritivos durante todo el año. Juntos podemos lograr que esto sea una realidad para 2030.

Todos sabemos lo importante que es gozar de buena salud. Nuestra salud influye todo, desde lo mucho que disfrutamos de la vida hasta el trabajo que podemos realizar. Es por ello que tenemos una meta para asegurarnos de que todas las personas tengan cobertura de salud y acceso a medicinas y vacunas seguras y efectivas. En los 25 años previos a los ODS, hicimos grandes progresos: las muertes infantiles prevenibles se redujeron en más de la mitad, y la mortalidad materna disminuyó casi en la misma proporción. Sin embargo, otras estimaciones siguen siendo alarmantes, como el hecho de que 6 millones niños mueren cada año antes de cumplir los cinco años, o que el SIDA es la principal causa de muerte entre los adolescentes en el África subsahariana. Tenemos los medios para cambiar esta situación y lograr que una buena salud sea más que un simple deseo.

Primero daremos las malas noticias sobre cuestiones de educación. La pobreza, el conflicto armado y otras emergencias mantienen a muchísimos niños en todo el mundo fuera de la escuela. De hecho, los niños de los hogares más pobres tienen hasta cuatro veces más probabilidades de no asistir a la escuela que aquellos provenientes de familias con más recursos. Ahora tenemos algunas buenas noticias. Desde el año 2000, se han visto enormes progresos en el cumplimiento del objetivo de brindar educación primaria a todos los niños del mundo. En las regiones en desarrollo, la tasa de matrículación a la escuela primaria ha alcanzado el 91%. De llevar a cabo una evaluación en cualquier escuela, esta es una muy buena calificación. Ahora, tratemos de obtener una mejor calificación para todos los niños y alcancemos el objetivo de lograr el acceso a la educación primaria y secundaria, a la formación vocacional asequible, a la educación superior, y a mucho más.

A pesar de que deberíamos celebrar el importante progreso que el mundo ha logrado al ser cada vez más próspero y justo, la celebración aún queda ensombrecida. Sin embargo, en casi todos los sentidos, las mujeres y las niñas se han quedado atrás. Prevalece una enorme brecha laboral y salarial, mucho “trabajo de mujeres” no remunerado como el cuidado de niños y los quehaceres domésticos, así como la discriminación de género en la toma de decisiones públicas. Sin embargo, hay motivos de esperanza. Hoy hay más niñas en las escuelas que las que hubo en el año 2000. La mayoría de las regiones ha alcanzado la igualdad de género en la educación primaria. El porcentaje de mujeres con trabajo remunerado va en aumento. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible pretenden construir sobre estos logros para garantizar el fin de la discriminación a las mujeres y a las niñas en todo el mundo.

Todas las personas en la Tierra deben tener acceso a agua potable segura y asequible. Ese es el objetivo para 2030. Mientras muchas personas en todas partes del mundo dan por sentado el acceso a agua potable y a sistemas de saneamiento, muchísimas otras carecen de este beneficio. La escasez de agua afecta a más del 40% de la población mundial, porcentaje que está previsto aumentar como resultado del cambio climático. De continuar a este paso, al menos una de cada cuatro personas se verá afectada por la escasez recurrente de agua para 2050. Sin embargo, podemos emprender un nuevo camino —mayor cooperación internacional; proteger humedales y ríos; compartir tecnologías de tratamiento de aguas, entre otras acciones— que conduzca a la consecución de este objetivo.

Entre 1990 y 2010, el número de personas con acceso a electricidad incrementó en 1.7 mil millones. Es un progreso del cual enorgullecerse. Sin embargo, a medida que la población mundial sigue en aumento, aún más personas necesitarán energía barata para iluminar sus casas y calles, para usar teléfonos y computadoras, y para hacer sus quehaceres y actividades cotidianas. El tema es cómo obtener esa energía. Los combustibles fósiles y las emisiones de gases de efecto invernadero están generando cambios drásticos en el clima, desencadenando grandes problemas en todos los continentes. En cambio, podemos ser más eficientes con el uso de la energía e invertir en fuentes de energía limpias, como la solar y la eólica. De esa manera vamos a abastecer de electricidad a todo el mundo y proteger a la vez el medio ambiente. ¿No te parece un paso decisivo?

Un aspecto importante del crecimiento económico es que las personas tengan empleos que remuneran lo suficiente para mantenerse a sí mismas y a sus familias. La buena noticia es que la clase media está creciendo a nivel mundial: cifra que en los últimos 25 años casi se ha triplicado en los países en desarrollo y que equivale a más de un tercio de la población. Sin embargo, hoy también registramos un aumento de las desigualdades y el crecimiento del empleo no mantiene el ritmo con la creciente fuerza laboral. La situación no tiene por qué ser así, ya que podemos promover políticas que fomenten iniciativas emprendedoras y la creación de empleo, podemos erradicar el trabajo forzoso, la esclavitud y la trata de personas y, finalmente, podemos cumplir con el objetivo de que todas las mujeres y todos los hombres tengan un trabajo decente para 2030.

El progreso tecnológico nos ayuda a abordar grandes retos mundiales como la creación de empleo y volvernos personas más energéticamente eficientes. El mundo cada vez está más interconectado y es más próspero gracias a Internet. Cuanto más conectados estamos, más podemos beneficiarnos de la sabiduría y de las contribuciones al conocimiento de personas de todas partes del planeta. Sin embargo, cuatro mil millones de personas (la gran mayoría, en países en desarrollo) no tienen acceso a Internet. Entre más invirtamos en innovación e infraestructura, nuestra situación mejorará. Reducir la brecha digital, promover las industrias sostenibles e invertir en investigación científica y en innovación, son medios importantes que facilitan el desarrollo sostenible.

Es una vieja historia: los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. La brecha nunca ha sido tan grande. Podemos y debemos adoptar políticas que creen oportunidades para todos, sin importar su identidad o procedencia. La desigualdad de ingresos es un problema mundial que requiere soluciones globales. Ello implica mejorar las regulaciones de los mercados e instituciones financieras, facilitar asistencia en materia de desarrollo donde sea más necesaria y ayudar a las personas a emigrar de forma segura para que puedan buscar y aprovechar las oportunidades. Juntos podemos cambiar la vieja historia de la desigualdad.

Quizá vives en una ciudad como la mayoría de las personas. Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades y, esa cifra para 2050, abarcará cerca de dos tercios de la humanidad. Las ciudades crecen incesantemente. En 1990, se contaban diez mega urbes con unos 10 millones de habitantes. En 2014, ya había 28 mega urbes donde vivían 453 millones de personas. Increíble, ¿no? Muchas personas aman las ciudades, pues son centros culturales, comerciales y de calidad de vida. La cuestión es que, a menudo, también son centros de pobreza extrema. Con el fin de lograr que las ciudades sean sostenibles para todos, podemos crear viviendas públicas seguras y asequibles. Podemos mejorar las condiciones de barrios marginales, invertir en el transporte público, crear espacios verdes y lograr que más personas participen en las decisiones de planificación urbana. De esa manera, podemos conservar lo que nos gusta de las ciudades y cambiar lo que no.

Algunas personas usan muchas cosas, y otras usan muy pocas; de hecho, una gran parte de la población mundial está consumiendo muy poco para cubrir sus necesidades básicas. En cambio, podemos tener un mundo en el que todas las personas tengan lo que necesitan para sobrevivir y prosperar. Asimismo, podemos consumir de tal manera que preservemos nuestros recursos naturales para que nuestros hijos puedan disfrutarlos, así como sus propios hijos y, más adelante, sus descendientes. La dificultad recae en cómo lograr ese objetivo. Podemos gestionar nuestros recursos naturales de manera más eficiente y eliminar mejor los residuos tóxicos. Podemos reducir los desperdicios alimenticios per cápita a nivel mundial. Podemos conseguir que las empresas y los consumidores reduzcan y reciclen los residuos. Podemos, en fin, apoyar a los países que normalmente no son grandes consumidores a avanzar hacia el logro de patrones de consumo más responsables.

Todos los países del mundo, algunos más que otros, están viendo los efectos drásticos del cambio climático. Las pérdidas anuales ocasionadas solo por terremotos, tsunamis, ciclones tropicales e inundaciones suman, en promedio, cientos de miles de millones de dólares. Podemos reducir la pérdida de vidas y bienes al ayudar a las regiones más vulnerables —como países sin litoral y estados insulares— a volverse más resilientes. Con voluntad política y un amplio abanico de medidas tecnológicas, aún es posible limitar el aumento de la temperatura media global a dos grados Celsius por encima de los niveles pre-industriales, evitando así los peores efectos del cambio climático. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible trazan un camino para que los países trabajen y enfrenten juntos este urgente desafío.

Los océanos hacen posible la vida humana gracias a su temperatura, su química, sus corrientes y sus formas de vida. Por un lado, más de 3 mil millones de personas dependen de la diversidad marina y costera para su sustento. Sin embargo, hoy, casi un tercio de las poblaciones de peces del mundo están sobreexplotadas, lo que no resulta ser un modo de vida sostenible. Incluso las personas que viven lejos del océano no pueden prescindir de él. Los océanos absorben casi el 30% del dióxido de carbono producido por las actividades humanas, pero estamos produciendo más dióxido de carbono que nunca y eso hace que los océanos se acidifiquen —26% más desde el inicio de la revolución industrial. La basura que producimos tampoco ayuda: por cada kilómetro cuadrado de océano hay un promedio de 13.000 trozos de desechos plásticos. Resulta desalentador, ¿verdad? ¡No te desanimes! Los Objetivos de Desarrollo Sostenible contemplan objetivos para la gestión y la protección de la vida submarina.

Los seres humanos y otros animales dependen de otras formas de vida en la tierra para procurar alimentos, aire limpio, agua limpia, y también para luchar contra el cambio climático. La flora provee el 80% de la alimentación humana. Los bosques, que cubren el 30% de la superficie de la Tierra, ayudan a mantener limpios el aire y el agua, y a mantener en equilibrio el clima del planeta, sin mencionar que en los bosques viven millones de especies animales. Sin embargo, la tierra y la vida en ella se encuentran en dificultades. La tierra cultivable está desapareciendo a un ritmo de 30 a 35 veces más rápido que nunca antes en la historia. Por fortuna, para 2030, los Objetivos de Desarrollo Sostenible tienen como fin conservar y restaurar el uso de los ecosistemas terrestres, como bosques, humedales, tierras áridas y montañas.

¿Cómo puede un país desarrollarse —cómo pueden las personas alimentarse, enseñar, aprender, trabajar, sostener a sus familias— sin tener paz? Y ¿cómo puede un país tener paz sin justicia, sin derechos humanos, sin un gobierno basado en el Estado de derecho? Algunas regiones del mundo gozan de relativa paz y justicia y hasta pueden darlas por sentado. Otras regiones parecen estar asoladas por el conflicto armado, el crimen, la tortura y la explotación, que obstaculizan su desarrollo. Este objetivo insta a que todos los países luchen por conseguir paz y justicia. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible buscan reducir todas las formas de violencia y proponen a gobiernos y a comunidades encontrar soluciones duraderas a los conflictos y a la inseguridad. Ello se traduce en fortalecer el Estado de derecho, reducir del flujo de armas ilícitas y llevar cada vez más a los países en desarrollo hacia el centro de las instituciones de gobernabilidad mundial.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible representan una enorme lista de tareas por hacer, ¿no te parece? De hecho, es tan grande, que quizá pienses que es una misión imposible y digas: “¡Olvídenlo! ¡No pueden cumplirse! ¡Es inútil siquiera intentarlo!”. Sin embargo, tenemos muchas ventajas a nuestro favor. El mundo está mejor interconectado que nunca gracias a Internet, a la facilidad de viajar y a las instituciones mundiales. Hay un consenso creciente en torno a la necesidad de trabajar juntos para frenar el cambio climático. En ese sentido, los Objetivos de Desarrollo Sostenible no son poca cosa. Estos Objetivos fueron acordados por 193 países. Es sin duda increíble, ¿cierto? ¿193 países han convenido en un mismo fin? El último objetivo abre el camino para que las naciones trabajen juntas con el fin de alcanzar todos los demás Objetivos.